Qué hacer con los experimentos fallidos está bajo discusión activa en la comunidad científica. Este es un ejemplo de cómo evoluciona el método científico en sí.
Históricamente, ha habido un sesgo hacia la publicación de experimentos exitosos. La posibilidad de que “Te perdiste algo” ha hecho que los resultados negativos sean más difíciles de revisar que los positivos. Pero se han publicado experimentos cuidadosos que prueban una hipótesis y la falsifican. Quizás el más famoso es el experimento de Michelson-Morely que falsificó la existencia del éter.
Una parte de la respuesta es que debe expresar sus conclusiones con mucho cuidado. Por ejemplo, “Nuestro aparato tiene una precisión de X gramos, por lo que concluimos que podría producirse menos de X gramos”. Y, “Aquí hay una lista de otras posibilidades que no incluimos. El trabajo futuro puede verificar si alguno de estos tiene un efecto”. La publicación original de Michelson-Morely fue seguida por muchas otras variaciones publicadas del experimento.
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Las computadoras están resolviendo el problema de publicar el abrumador volumen de pruebas fallidas. Y las búsquedas por computadora deberían permitir encontrar resultados relevantes para un problema en particular sin tener que leer todo en un archivo enorme.
Casi seguramente se desarrollarán ideas adicionales.